Archivos - Página 2

  • Portada Ciudades 03, 1996

    Pensar la ciudad, vitalidad y límites del plan urbanístico
    Núm. 03 (1996)

    Apostar por el Plano Urbanístico, por el Proyecto de Ciudad, entendido como un proceso de largo alcance con capacidad para ir definiendo y concretando específicas intervenciones, cuyos objetivos deberían enmarcarse en la transformación y uso del espacio (Urbano y Territorial) en clave popular y democrática, es el empeño que se manifiesta a través de la acción práctica y teórica de profesionales, profesores universitarios e investigadores que comienzan a reunirse en tomo a este pequeño ámbito cultural que llamamos “Ciudades“.

    Hoy nos proponemos “pensar la ciudad” y, para ello, nada mejor, decimos, que apostar por nuestra herramienta por excelencia, es decir, por el Planeamiento Urbanístico. Con ello no queremos decir que nuestra apuesta se manifieste en un ámbito acrítico, donde no sea posible cuestionar el alcance, muchas veces limitado y autoritario, del Planeamiento. No deseamos movemos en las coordenadas culturales que ha descrito, de forma impecable, el escritor Saramago en su extraordinario “Ensayo sobre la Ceguera”. Nuestra apuesta es crítica, hasta el punto de renunciar, si a esa conclusión llegamos, a esa herramienta que, hoy por hoy, seguimos reivindicando como el proceder más riguroso para Proyectar la Ciudad.

    Establecemos, por tanto, la hipótesis de que es desde la práctica del Planeamiento Urbano cómo se han elaborado, y cómo es posible aún seguir elaborando, las más rigurosas teorías y pensamientos sobre la ciudad. Valga como ejemplo, y de ahí su presencia en este número de “Ciudades“, los postulados teóricos que distinguen a la obra, teórica y práctica, de G. Campos Venuti, al que dedicamos algunas páginas de esta revista en su merecidísima investidura como Doctor Honoris Causa que le ha sido concedida por la Universidad de Valladolid. Leamos, atenta y detenidamente, su discurso.

  • Portada Ciudades 02, 1995

    La enseñanza del urbanismo. Una perspectiva europea
    Núm. 02 (1995)

    El tema elegido para el número 2 de Ciudades, la enseñanza del urbanismo en las Escuelas de Arquitectura, tiene una importancia evidente en la actualidad. Por un lado la introducción de nuevos planes de estudios en las universidades de la Unión Europea, más o menos orientados por sus directivas comunes, incrementa la sensación de transición y los factores recientes de crisis disciplinar. Por otro lado la proliferación mal articulada de programas de posgrado sobre urbanismo y ordenación del territorio, fruto de la iniciativa privada o de la acción aislada de algunas universidades, plantea la incógnita sobre cuáles son los conocimientos que sobre urbanismo han de desarrollarse en las Escuelas.

    La consecuencia natural debería estar en una amplia reflexión, tal y como se manifiesta en todos los artículos de esta revista, sin embargo el debate no está siendo intenso, algo que incrementa aún más el valor de las diferentes opiniones aquí desarrolladas. En esta introducción destacamos por ello aspectos relevantes tanto de los tres artículos de opinión de los profesores españoles, como de las cuatro monografías de cuatro profesores extranjeros, cada una referida a su propio país.

  • Portada Ciudades 01, 1993 (Barri de la Ribera)

    La ideología urbanística, 25 años después
    Núm. 01 (1993)

    Hace 25 años se publicó un texto del joven arquitecto Femando Ramón titulado Miseria de la ideología urbanística: Quien lo conoció se vio inexorablemente movido a la reflexión. El librito, de pequeño formato y corto número de páginas, estaba claramente estructurado y su lectura resultaba amena. Su asunto era la crítica ideológica, como la evidente referencia de su título al clásico de Marx (que perdió en las siguientes ediciones) hacía suponer. Pero el libro era también bastante más: era la recuperación del contacto con los textos más notables del urbanismo europeo (curiosa paradoja: la crítica servía para recobrar lo criticado), que desde los años republicanos, con un García Mercadal enardecido, Torres Balbás o tantos otros, se había cegado por completo. Y era también, en los años de la más grave crisis universitaria del franquismo, un incentivo más de la renaciente cultura de la izquierda en el interior del país. ¿Cómo ser, pues, insensible a sus mensajes? Toda una amplia generación de urbanistas se formó a su sombra, y para muchos de nosotros fue el primer texto que de urbanismo nos hablaba. Era aire nuevo.

    ¿Qué queda hoy de aquel empuje? El eco de aquella voz parece lejano cuando, quizá, más vivamente se hace necesario. Todo ha cambiado y muchas creencias se han resquebrajado, y los urbanistas, buscando aún (¡hace ya tantas décadas!) un hueco y una respetabilidad cultural se afanan hoy en torno a algunas unanimidades básicas; una mano de silencio calla las ideologías y ciertos planteamientos constituyen el acervo legitimador común e indiscutido del planeamiento urbano. Todos, más o menos, aceptamos sin reservas las mismas o semejantes tesis (esencialmente idénticas) sobre la movilidad, la conservación, las densidades, el lugar, la forma urbana…. Releer ahora aquel libro del 68 resulta, para muchos, por ello, heridor. Se ha hecho un huésped incómodo de las bibliotecas. Y muchos no quieren acordarse, ahora que se acuerdan, de lo que entonces dijeron. Quizá sólo este efecto revulsivo bastaría para ponerlo de nuevo en el primer plano.

    En este contexto, y con tal intención, llamando a esa incomodidad que esperamos fértil, se presenta la nueva revista de crítica urbanística que bajo el nombre de Ciudades el lector tiene en sus manos. Su periodicidad, anual. Su línea, abierta. Su pretensión, rendir nervio al debate urbanístico, remover los rescoldos que, quizá, arden bajo la ceniza. En este primer número, organizado en tomo a la discusión sobre la ideología urbanística, se reúnen siete artículos de profesionales e investigadores del hecho urbano; y se incluye un fragmento del libro más arriba referido junto a un escrito del propio autor en el que, reposadamente, recuerda las circunstancias de su redacción. Quisiera, con todo respeto, ofrecer este primer número de Ciudades como reconocimiento al autor, quien desde entonces, fiel a sí mismo como nadie, de forma directa o a través de sus publicaciones y obras, nos ha instado hacia una racionalidad sin desmayos.

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