Convocatoria de envío de propuestas para MariCorners, 3(1)
CUERPOS VIVOS, NO UNA RECTA
Temporalidades queer en la ficción contemporánea
En 1959 Maurice Blanchot publicó El libro por venir, donde se preguntaba hacia dónde iría una literatura que, desde Proust hasta Barthes y Robbe-Grillet, tendía gradualmente a la fragmentación, la diseminación y la pluralidad del lenguaje y del sentido. Hacia dónde iría un libro que era cada vez menos (objeto, letra, trama) para parecerse cada vez más al «instrumento espiritual» que Mallarmé alcanzó a ensayar en Le Coup de dés (1897). Un libro que establece nuevas relaciones con el sentido desde un punto de vista espacial (en el uso del blanco y de la página, por ejemplo), pero que a la vez abre un tiempo nuevo, vuelto hacia el sujeto, esto es, un tiempo (sentido, mundo) que ya no se desarrolla sobre el orden lineal de lo impreso, sino que traduce al lenguaje, al oído y al ojo, las repeticiones, superposiciones, asincronías y demás distorsiones temporales que estructuran la psique humana. Mostrar que el tiempo de una vida no es lineal fue la consigna que orientó la escritura de Proust, pero también la de Woolf, la de Joyce, la de Eliot, la de Rulfo o la de Stein, cuyas obras tradujeron una época que estaba cuestionando desde distintas disciplinas el tiempo como idea y como experiencia.
Este mismo cuestionamiento sobre la temporalidad se extendió a otras formas artísticas, como el cine, el teatro y, recientemente, también los videojuegos. En el cine, por ejemplo, la fragmentación del tiempo y la superposición de diferentes capas temporales ha sido explorada por directores como Alain Resnais en El año pasado en Marienbad (1961), donde la memoria y la repetición distorsionan la narrativa clásica, por Christopher Nolan en Memento (2000), cuya estructura inversa desafía la linealidad convencional, o por Chantal Akerman en Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles (1975), que rompe con los patrones de temporalidad impuestos por la estructura patriarcal. En los videojuegos, títulos como Braid (2008) de Jonathan Blow, The Legend of Zelda: Majora's Mask (2000), o Outer Wilds (2019) proponen mecánicas en las que el tiempo es maleable, cíclico o fragmentado, desafiando la cronología lineal impuesta en la mayoría de las narrativas interactivas. Estas obras, al igual que la literatura modernista, buscan representar un tiempo vivido que adquiere una configuración –es decir, un sentido que va avanzando desde el principio distintas versiones de su final (Pardo, 2004)–, frente al carácter episódico de la «vida real», que no sabe a dónde va y cuyo final (la muerte) es por definición irrepresentable.
De esta forma, las primeras décadas del siglo XX establecieron una diferencia entre el tiempo, como idea y fenómeno objetivo, y la temporalidad, que sería el tiempo en tanto que experimentado por unx sujeto. Pero lo que entonces no se señaló es cómo ese tiempo cronológico y medible, que parece no intervenir sobre nosotrxs en su mera sucesión, sí condiciona nuestra vivencia desde su dimensión normativa. A esto se refiere Elizabeth Freeman (2010) cuando emplea la noción «crononormatividad» para referir el proceso de manipulación histórica por el cual las instancias de poder (el Estado y las instituciones, pero también las leyes, la medicina o la psiquiatría) hicieron que el tiempo de los relojes, de los horarios, de los calendarios y de las listas de tareas parezca natural. Este tiempo naturalizado está anclado, a su vez, a los ideales de una sociedad obligatoriamente heterosexual, en la que las vidas se organizan en esquemas teleológicos construidos sobre acontecimientos como el matrimonio, la acumulación de capital y, como imperativo primordial, la reproducción. Es así como la crononormatividad marca el buen presente de los sujetos y desde ahí condiciona también su futuro –es decir, su capacidad de imaginar otras vidas buenas–, cifrando en el éxito económico y familiar lo que teóricas como Sara Ahmed y Lauren Berlant llamaron la «promesa de la felicidad». Torcer y enrarecer el tiempo consistiría, pues, en desnaturalizar la progresión heteronormada: solo tomando conciencia del vínculo que se da entre temporalidad y norma social es posible imaginar prácticas, experiencias y sensaciones que tensionen las formas normativas de sentir, valorar, ordenar o experimentar el mundo.
Este movimiento de atención al presente y de recuperación del pasado para “rarificar” y modificar un canon que se revela insuficiente reclama, por tanto, nuevos acercamientos críticos, capaces de proponer conceptos, mapas y herramientas que estén a la altura de los problemas por venir. La filosofía y los estudios feministas han atendido a estas cuestiones, como demuestran las propuestas de pensadorxs como Sara Ahmed, Paul B. Preciado o Donna Haraway, pero todavía hoy falta un corpus crítico e interdisciplinar más amplio que atienda a estas cuestiones. Una bibliografía específica capaz de cuestionar cómo las mismas ficciones hacen un canon teórico que no se ha movido demasiado desde el siglo pasado, pero que en los últimos años empieza a caminar hacia otros lugares, tal como demuestra la creciente producción científica impulsada por grupos de investigación como Cuerpos y textualidad (Universidad Autónoma de Barcelona), GILCO (Universidad de Alcalá de Henares) y Maricorners. Con la mirada puesta en esta tensión teórica con el presente y desde una perspectiva interdisciplinar, para este monográfico se proponen las siguientes líneas temáticas:
- Temporalidades queer
«nacen crecen y mueren es un / relato clásico» (Rekord, María Salgado)
«Un cuerpo vivo, no una recta» es el último verso del primer poema de Rekord (2023), un texto que abre la posibilidad de una vida que, por fuera de la sucesión nacer-crecer-morir, decida no cumplir con el futuro obligatorio de la reproducción heteronormada. En la misma clave podría leerse la novela Papi (2005), donde Rita Indiana cuenta las memorias de una niña a través de lo que vuelve (un padre ausente) y, por tanto, de la repetición (de una palabra, «papi») como forma de movilizar la espera y el deseo. Fuera de cualquier línea, el tiempo de la novela de Indiana es un bucle en el que el pasado vuelve y se renueva, un tiempo que no está regido por la sucesión normativa sino por las idas y venidas de los afectos (en este caso, los que se relacionan con el amor y la separación). «Emociones-tiempo», escribiría Freeman para referirse a estos desquicies psíquicos (pero no por ello individuales) del quicio temporal de la normatividad social, que también pueden apreciarse en las recientes películas Femme (Freeman y Choong Ping, 2023), All of us strangers (Andrew Haigh, 2023) o en la novela La mala costumbre, donde Alana S. Portero (2023) narra una vida que no responde al imperativo clásico de la progresión, sino que contiene momentos regresivos relacionados con vivencias traumáticas que, desde la crononormatividad, hubieran sido leídos como fracasos. Esta línea temática acogería, por tanto, propuestas que reflexionen en torno a aquellas narrativas que contienen una crítica a la linealidad crononormativa y a sus exigencias de producción y reproducción y/o planteen usos temporales alternativos al orden lineal, canónico y naturalizado. ¿Qué procedimientos proponen para ello? ¿Se puede queerizar el tiempo de la composición?
- Ucronías, utopías y distopías queer
«(...) juntas como amantes en kémmer, como manos unidas, como el término y el camino» (La mano izquierda de la oscuridad, Ursula K. Le Guin)
Tal como apunta la escritora y teórica Joanna Russ (1995), la ciencia ficción —diríamos, toda obra antimimética— sería un lugar privilegiado para escapar de una cultura patriarcal heteronormativa. Partiendo de dicha premisa, esta línea se propone detectar los rastros de utopía que nos puedan ayudar a pensar (que no escapar) del presente normalizado, recrear una constelación de huellas que proyecte la cultura de las disidencias hacia un mundo más vasto y sensual que el de la re/producción crononormativa. Así, en esta línea se acogen aquellas propuestas que analicen ficciones utópicas o distópicas, esos «no lugares» (Attalah, 2011) que permiten imaginar formas no normativas y colectivas de habitar este y otros mundos. Asimismo, aquí también tendrían cabida propuestas de análisis de ucronías literarias y audiovisuales desde una óptica histórica queer. Películas como Love lies bleeding (2024), Born in flames (1983), o el videojuego If found… (2020) son algunos ejemplos de ficciones que sitúan los cuerpos, deseos y temporalidades disidentes en el centro de nuevas formas de imaginar el mundo.
- Bestiario queer
«Pero la orquesta siguió tocando y la criatura no dejó de bailar» (La Santita, Mafe Moscoso)
Tradicionalmente, la naturaleza y lo natural han servido de argumento para negar, patologizar, excluir y someter a lxs sujetxs queer. Clasificados en la monstruosidad, lo salvaje e irracional, se observan las similitudes en los modos en los que el Hombre ha ejercido su poder sobre estos y los animales no-humanos. A raíz de esto, en un contexto en el que los Nuevos Materialismos comprenden la corporalidad como un sistema abierto de relaciones que engloba de manera transversal lo animal —humano y no-humano— y la tierra en su conjunto (Braidotti, 2013), algunas teorías queer actualmente se desarrollan en el continuo naturaleza-cultura y privilegian la transitoriedad y la intercorporalidad frente a la fijación taxonómica de las especies (Birke y Holmberg, 2018). Siguiendo este enfoque, relatos como los de Akwaeke Emezi, Mafe Moscoso o Simón López Trujillo, o películas como Border (Abbasi, 2018) o Bella e perduta (Marcello, 2015), donde a través de voces no-humanas, híbridas y cambiantes, se excede el tiempo normativo, serían objeto de análisis en esta línea temática. Es decir, esta vía se interesa por aquellas narraciones de animales no-humanos queer, tranimalities, humanos metamorfos, seres híbridos, transcoporpóreos y heterogéneos cuyas existencias transcurren en oposición a la concepción normativa del tiempo, supeditada al control de la reproducción para garantizar la supremacía de la especie humana y la pervivencia de la crononorma.